Charlie Hebdo: aprender del fuego

FRANCE-ATTACKS-MEDIA-DEMO

No olés a viejo, Europa.
Olés a doble humanidad, la que asesina, la que es asesinada.

Juan Gelman

Cuando me fui, en el 2003, las cosas estaban mal. Hacía mucho que venían así, aunque creo que mi generación fue quien vivió y protagonizó y padeció las transformaciones. Porque mis padres al llegar en 1977 se encontraron con una ciudad distinta a la cual nos criamos nosotros, la de los 80, 90 y siglo XXI. Ellos eran inmigrantes entre inmigrantes, nosotros los hijos, primeras y segundas generaciones de las muchas que vendrían.

Ya de chico el panorama era claro: aproximadamente la mitad de los alumnos de cada grado en los que estudié eran hijos de padres extranjeros. En su gran parte de las antiguas colonias francesas, es decir del continente africano -donde Francia colonizó cerca de 34 países. Dentro de ellos del norte: Túnez, Argelia, Marruecos, de religión mayoritariamente musulmana.

Así fue que temprano pude descubrir que existía el ramadán -una vez por año durante varias semanas los musulmanes no comían desde el alba hasta la puesta del sol-, aprendí algunas palabras en árabe, disfruté comida picante y sin cerdo, y otras cosas del cotidiano de una religión, de una visión de las cosas y del mundo.

Y más, porque en cada curso estudiaban hijos de portugueses, chinos, libaneses, de las antillas francesas, vietnamitas. Esa era mi Francia de chico y de joven, el país en el cual encontraba en la casa de muchos de mis compañeros una cultura otra, nueva -para ellos venir a mi casa era conocer un poco de Argentina. Y éramos, en teoría, todos franceses, o así estábamos destinados a serlo según nos decían.

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“Y digo que la distancia de la colonización a la civilización es infinita, que de todas las expediciones coloniales acumuladas, de todos los estatutos coloniales elaborados, de todas las circulares ministeriales emitidas, no se podría rescatar un solo valor humano”. Esa frase de Aimé Césaire, poeta y político nacido en una colonia francesa, no nos fue enseñada en las clases de historia. Tampoco sus libros –o los de Frantz Fanon, con el crudo prólogo de Jean Paul Sartre-, necesarios para entender las consecuencias de la política colonialista, el daño cometido, comprender por qué tanta diversidad de nacionalidades se encontraba sentadas en un mismo salón de clase.

Todos fuimos puestos ante una misma historia, siempre transmitida desde una perspectiva única e incuestionable: la del Estado francés -La France, esa gran palabra- victorioso y portador de valores universales, de la Revolución de libertad, igual, fraternidad, símbolo y encarnación del republicanismo y humanismo. Eso fue lo que Francia fue a llevar a cada país del mundo. ¿Lo sucedido en Argelia e Indochina?: excesos, a penas abordados en la escuela.

“Es un sociedad que se considera a sí misma tan sensata, tan superior, tan definitiva, tan justa”, escribió en 1984 Günter Wallraff en el prólogo de su libro Cabeza de Turco. El escritor se refería entonces a la sociedad alemana, pero su adjetivación encaja perfectamente en la francesa. ¿Cómo puede esa sociedad asimilar los cambios acelerados, incorporar civilizaciones consideradas bárbaras, otrora expuestas en ferias y puestas bajo servidumbre? ¿Puede desde esa percepción de sí misma?

En teoría todos íbamos a ser franceses. Así nos dijeron. Pero pronto se comenzó a hablar de franceses de diferentes categorías –la película La Haine (que significa el odio), del año 1995, refleja de manera clara esa realidad. Apareció al descubierto y en el debate público la política cotidiana de discriminación encubierta -en el mejor de los casos- por portación de apellidos y rostros.

Y para muchos la sociedad comenzó a ser evidentemente tan injusta, tan excluyente. Pero La France no se movió. Jamás. La razón colonialista dominante se mostró imperturbable. Aunque por debajo tanto se estuviera transformando, la sociedad estuviera atravesando una metamorfosis haciéndola cada vez más rica, diversa, compleja; es decir -visto del otro lado- con extranjeros robando el trabajo, generando inseguridad, rezando en voz alta en los edificios y hasta degollando cerdos en bañeras en celebraciones religiosas.

Entonces aparecieron preguntas que se hicieron recurrentes: ¿Esa chica, nacida en París, Lyon, Marsella, portando el velo es también francesa? ¿Realmente francesa? ¿Es parte de la nueva identidad nacional? Estaría demostrando una incapacidad de integración, fue una de las respuestas mayoritarias. Pero si integrarse es abandonar culturas, religiones, el resultado es dolorosamente predecible.

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Hasta los 17 años estudié y viví en un barrio de clase media, a caballo geográfica y socialmente. A esa edad, y por dos años, ingresé en una universidad situada en las afueras de París, en el corazón de la banlieue. Iba cada día con un amigo de mi barrio, hijo de padres tunecinos. Con él y otro amigo nacido en Marruecos y venido de chico a Francia, aprendí más acerca del mundo musulmán, de lo que para ellos era: una religión, un modo de pensar y sentir a un Dios, de intentar comportarse en la vida diaria con los otros. Nada más ni nada menos, como las otras religiones.

Pero también compartí otro aspecto central: el del no lugar, las patrias ajenas. Extranjeros en las dos tierras, deseosos de la de origen pero incomprendida muchas veces -muchos padres no les habían enseñado el idioma a sus hijos.

Esa orfandad identitaria era la de muchos, de miles de jóvenes. Y ante esa situación fue creciendo la búsqueda y necesidad de respuestas. Hasta encontrarlas. ¿Pero con escasas posibilidades de trabajo, rodeado únicamente de edificios, supermercados y canchas de fútbol, excluidos económica, social, geográfica y simbólicamente, qué respuestas podían surgir? La religión fue una. Dentro de ellas el islam, y dentro de él una parte, -recientemente y de manera, creo, minoritariamente- en una opción radicalizada, fundamentalista.

Y en ese escenario se hizo evidente un gran ausente: la política. Con una historia ajena –el colonizador formando al hijo del colonizado- aprendida en la escuela, y la falta de propuestas políticas de izquierda con raigambre social, las primeras reacciones se hicieron evidentes en el 2005: la quema masiva de autos. 10 años después de La Haine. ¿El mensaje? Queremos ser parte de este país, es decir acceder, consumir, tener trabajo, participar de una fiesta ajena. ¿Cuestionar la fiesta, sus orígenes, su forma de reproducción?, eso no.

En ese entonces yo estaba lejos, en Argentina, recuperando mi historia, la de familia, signada por el asesinato de mi tía y desaparición de mi prima, una historia marcada por los militares, entrenados con tanta eficacia por el ejército francés, formado en contrainsurgencia en las guerras de Algeria e Indochina -bajo el Arco de Triunfo, en París, están las placas que rinden homenaje a esos héroes franceses.

Luego vino la crisis económica iniciada en el 2008, y con ella la evidencia de una creciente crisis civilizatoria, de un modelo humano asfixiante. Y las alternativas políticas se fueron polarizando, y del diálogo roto en Francia -de la descomposición social- comenzó a aprovecharse la derecha encabezada, primero por Nicolas Sarkozy, y ahora por el Front Nacional. Y en Alemania nació Pegida -que significa Patriotas Europeos contra la Islamización de Europa. Mientras, la política de izquierda no logró afianzarse, encontrar palabras y un sujeto para encarnarlas -a diferencia de lo que comenzó a suceder en España y en Grecia. El vacío perfecto para el intento de partición de la sociedad, para enfrentar aquello que ya convivía con tanta dificultad.

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Lo que sucedió el martes siete de enero es entonces culpa de los sucesivos gobiernos de Francia. Sí, en gran parte. Por haber mantenido políticas de exclusión, haberse negado a abrirse ante una nueva realidad social cada día más evidentemente insostenible. Y también por su política exterior, la de ayer y la de hoy: el legado de miseria en las antiguas colonias y el apoyo por debajo de la mesa a quienes hoy generan los ataques en su propia casa.

“En su afán por desarticular los países de Medio oriente, Occidente aviva las llamas del sectarismo religioso”, escribió al día siguiente del ataque el politólogo Atilio Borón. Para buscar la génesis de la situación actual, y comenzar desde que la Casa Blanca entrenó y financió a Al Qaida para combatir a la Unión Soviética en Afganistán, y más recientemente al Estado Islámico para atacar, entre otros, al gobierno de Siria.

Y los sucesivos gobiernos franceses no estuvieron ajenos. “En nombres de los valores y principios”, afirmó el presidente François Hollande, fueron los ataques a Libia, a Mali, y el intento contra Siria en el 2013. ¿Se puede atacar una y otra vez países sin que se desaten consecuencias? ¿Por qué en nombre de esa libertad e igualdad, por esa honda preocupación por la democracia y contra el fundamentalismo, el Gobierno francés no decidió apoyar al Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK) que ha venido encabezando la resistencia contra el Estado Islámico?

Se trató una política de dos cabezas: una que se vino apoyando sobre los movimientos radicales islamistas para su llevar adelante su política en Oriente Medio, y otra que ha venido sembrando las condiciones locales para que jóvenes franceses decidan incorporarse a sus filas. Porque quienes atacaron Charlie Hebdo, es decir el Occidente, son franceses. Podríamos haber estudiado juntos. Son minoría sí, pero franceses, ¿o es ese justamente el punto de ceguera? Encontraron en esa rama religiosa una respuesta identitaria que una estructura económica, social, cultural y política fue incapaz de darles.

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Mis amigos musulmanes y no musulmanes nunca apoyaron estos actos terroristas. Tampoco se preocuparon demasiado por lo sucedido históricamente en Palestina o Algeria ni por la política francesa. Aunque últimamente sí, en particular luego del último ataque y masacre del Estado de Israel a la Franja de Gaza. La generación 80-90 creció despolitizada, con demasiada amnesia, incluso de sus propios orígenes. Pero ahora la realidad golpea con todas sus fuerzas, y el miércoles seguramente operará como un quiebre, para Francia y para Europa.

Y la situación preocupa. Porque la sociedad francesa no parece dimensionar hasta qué punto sus sucesivos gobiernos y aliados han venido alimentando el radicalismo religioso en Medio Oriente. Hasta qué punto es hipócrita, mentiroso. Y también porque a lo interno crece la islamofobia, el racismo abierto. Y la derecha fascista encabezada por el Front Nacional hace lo que ha sabido hacer históricamente esa derecha, acumular sobre el odio, mientras la izquierda no logra hablar, enraizarse en un pueblo que parece hacerse islas.

En este escenario, ¿no habrá llegado la hora de refundar Francia desde sus raíces, sobre la diversidad de culturas que ahora la integran, la hacen como país? ¿No será el momento de recomenzar, sobre la base de un protagonismo de las banlieues, los estudiantes, los trabajadores, artistas, inmigrantes y campesinos? ¿No se hace imprescindible poner en pie un proceso constituyente para volver a empezar, despojándose de la razón y la práctica colonialista, aceptando y alentado lo mejor de la realidad ya existente?

Se trata de poner la política en el centro de la escena, de la juventud. Aceptar que La France ya no es La France, es algo que puede ser mejor, con más colores, voces, creencias, iguales entre sí. Sí, iguales, como se dijo en 1789. No es una sociedad tan superior, tan definitiva, tan justa. Todo lo contrario, y urge crear lo nuevo, desde el pueblo, ese pueblo tan complejo de este siglo. De lo contrario puede que la fisura evidente se haga ruptura, oscura ceguera, y la crisis que ya llegó termine de volcar hacia las peores respuestas.

Charlie Hebdo: Apprendre des cendres

Quand je suis parti en 2003, ça n’allait déja pas bien. Ça faisait déjà longtemps que c’était comme ça, mais je crois que c’est ma génération qui a vécu, effectué et souffert les transformations. Parce que lorsque mes parents sont arrivés en 1977, ils ont découvert une ville différente à celle dans laquelle nous avons grandi, celle des années 80, 90 et du XXIème siècle. Ils étaient des immigrés parmi d’autres immigrés, nous les enfants, première et seconde générations des nombreuses qui suivront.

Depuis l’enfance, le tableau était clair: approximativement la moitié des élèves de chaque classe au sein desquelles j’ai étudié, avait des parents étrangers. En grande partie des anciennes colonies françaises, c’est-à-dire de l’Afrique -où la France a colonisé près de 34 pays. Parmi ces pays, le nord du continent: Tunisie, Algérie, Maroc, de religion majoritairement musulmane.

C’est ainsi que très tôt, j’ai pu découvrir qu’existait le ramadan -une fois par an durant plusieurs semaines, les musulmans ne mangeaient pas de l’aube jusqu’au coucher du soleil-, j’ai appris quelques mots en arabe, profiter d’une cuisine piquante et sans porc et d’autres choses du quotidien d’une religion, d’une vision des choses et du monde.

Dans chaque classe étudiaient aussi des enfants de portugais, chinois, libanais, des Antilles françaises ou vietnamiens. C’était ma France, celle de mon enfance et de ma jeunesse, le pays dans lequel je découvrais chez chacun de mes camarades une culture différente, nouvelle –pour eux, venir chez moi, c’était connaître un peu l’Argentine. Et nous étions, en théorie, tous français, ou du moins c’est ce à quoi nous étions destinés, selon ce que l’on nous disait.
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« Et je dis que de la colonisation à la civilisation, la distance est infinie; que, de toutes les expéditions coloniales accumulées, de tous les statuts coloniaux élaborés, de toutes les circulaires ministérielles expédiées, on ne saurait réussir une seule valeur humaine ». Cette phrase d’Aimé Césaire, poète et homme politique né en Martinique, une colonie française, ne nous a pas été enseignée dans les cours d’histoire. Ses livres non plus –ou ceux de Frantz Fanon, avec le prologue cru de Jean Paul Sartre-, nécessaires pour comprendre les conséquences de la politique colonialiste, du dommage commis, comprendre pourquoi tant de nationalités différentes se trouvaient assises derrière les pupitres des salles de classes.

Nous avons tous été mis face à une même histoire, toujours transmise depuis une perspective unique et incontestable : celle de l’Etat français –La France, ce grand mot- victorieux et porteur de valeurs universelles, de la Révolution, de liberté, égalité, fraternité, symbole et incarnation du républicanisme et de l’humanisme. Ce fut le message que la France est allée porter à chaque coin du monde. Ce qui est arrivé en Algérie et Indochine? Des excès, à peine abordés à l’école.

« C’est une société qui se considère elle-même si sensé, si supérieure, si bien considérée, si juste », a écrit en 1984 Günter Wallraff dans le prologue de son livre Tête de Turc. L’écrivain se référait alors à la société allemande, mais sa qualification correspond parfaitement à la France. Comment peut cette société assimiler les changements accélérés, incorporer des civilisations considérés comme barbares, autrefois exposées dans des foires et réduites en esclavage ? Est-ce possible à partir de sa perception d’elle-même ? En théorie nous allions tous être français. C’est ce qu’ils nous ont dit. Mais rapidement, on a commencé à parler de français de différentes catégories –le film La Haine, de 1995, reflète de manière claire cette réalité. La politique quotidienne de discrimination masquée – dans le meilleur des cas- en fonction du nom et de l’apparence.

Et pour beaucoup la société a commencé à être manifestement si injuste, si excluante. Mais la France n’a pas bougé. Jamais. La pensée colonialiste dominante s’est montrée imperturbable. Bien qu’en dessous, tout fût en transformation, la société traversait une métamorphose en la rendant de plus en plus riche, diverse, complexe; c’est à dire –depuis l’autre point de vue- avec des étrangers qui volent le travail et génèrent l’insécurité, priant à voix haute dans les immeubles et même égorgeant des moutons dans les baignoires au cours des célébrations religieuses.

C’est alors que se sont soulevées des questions qui sont finalement devenues récurrentes : Cette fille à Paris, Lyon ou Marseille, qui porte le voile est aussi française ? Vraiment française ? Fait-elle partie de la nouvelle identité nationale ? Elle montre une incapacité à s’intégrer, fut l’une des réponses majoritaires. Mais si s’intégrer, c’est abandonner sa culture ou religion, le résultat est douloureusement prévisible.

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Jusqu’à mes 17 ans, j’ai étudié dans un quartier de classe moyenne, à cheval géographiquement et socialement. A cet âge et pour deux ans, j’ai intégré une université située dans le dans le cœur de la banlieue. Je m’y rendais chaque jour avec un ami de mon quartier, fils de tunisiens. Avec lui et un autre ami né au Maroc et arrivé très jeune en France, j’ai appris davantage sur le monde musulman, de ce que pour eux était : une religion, une manière de pensée et de sentir un Dieu ; d’essayer de se comporter dans la vie quotidienne avec les autres. Ni plus ni moins, comme les autres religions.

Mais j’ai également partagé un autre aspect central: celui de l’absence de foyer, les origines étrangères. Etrangers dans les deux terres, désireux de celle d’origine mais souvent incompris –beaucoup de parents n’avaient pas enseigné leur langue à leurs enfants.

Cette identité orpheline était celle de nombreux, de milliers de jeunes. Et devant cette situation, s’est développée la nécessité d’obtenir des réponses. Jusqu’à les trouver. Toutefois avec peu de possibilité de travail, entouré uniquement d’immeubles, de supermarchés de stade de football, exclus économiquement, socialement, géographiquement et symboliquement, quelles réponses pouvaient surgir. La religion fut l’une d’entre elles. Parmi elles l’Islam et au sein de celui une partie, -récemment et de manière je pense, minoritaire- radicale, fondamentaliste.

Et dans ce scénario, un grand absent est devenu évident: la politique. Avec une histoire différente –le colonisateur formant le fils du colonisé- apprise à l’école, le manque de propositions politiques de gauche avec un enracinement social, les premières réactions sont devenues manifestes en 2005 : l’incendie massif de voitures. Dix ans après La Haine. Le message? Nous voulons faire partie de ce pays, c’est à dire accéder, consommer, avoir du travail, participer à la fête des autres. Remettre en question, la fête, ses origines, sa forme de reproduction? Non.

A ce moment, j’étais loin, en Argentine, récupérant mon histoire celle de ma famille, signée par l’assassinat de ma tante, la disparition de ma cousine, une histoire marquée par les militaires, entraînés avec tant d’efficacité par l’armée française, formés en opérations anti-insurrectionnelles des guerres d’Algérie et d’Indochine –sous l’Arc de Triomphe, à Paris, se trouvent les plaques de ceux qui rendent hommage a ces héros français.

Puis est arrivée la crise économique commencée en 2008, et avec elle l’évidence d’une crise croissante de civilisation, d’un modèle humain asphyxiant. Et les alternatives politiques se sont polarisées du dialogue en rupture – de la décomposition sociale- a commencé à en tirer profit la droite et à sa tête, d’abord Nicolas Sarkozy, et maintenant le Front National. En Allemagne, est né Pegida – qui signifie Patriotes Européens contre l’Islamisation de l’Europe. Pendant ce temps, les mouvements de gauche n’ont pas réussi à se développer, trouver les mots justes et un sujet pour les incarner – à différence de ce qui commence à se développer en Espagne et en Grèce. Le vide parfait pour la tentative de diviser la société, pour affronter ce qui vivait ensemble avec tant de difficultés.

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Ce qui est arrivé mardi sept janvier est tragique et faute des gouvernements successifs de France. Oui, en grande partie. Pour avoir maintenu des politiques d’exclusion, avoir refusé de s’ouvrir devant une nouvelle réalité sociale chaque jour encore plus insoutenable. Et aussi en raison de sa politique extérieure, celle d’hier, celle d’aujourd’hui : l‘héritage de misère dans les anciennes colonies et l’appui en sous-main à ceux qui aujourd’hui commettent les attaques dans leur propre maison.

“Dans sa volonté de désarticuler les pays du Moyen-Orient, l’Occident attise les flammes du sectarisme religieux” a écrit le jour suivant les attaques le politologue Atilio Borón. Pour rechercher la genèse de la situation actuelle, celle-ci débute lorsque la Maison Blanche a entraîné et financé Al Qaida pour combattre l’Union Soviétique en Afghanistan et plus récemment, l’Etat Islamique pour combattre entre autres, le gouvernement de Syrie.

Et les gouvernements successifs français n’y ont pas été étrangers. « Au nom des valeurs et principes », a affirmé le président François Hollande, ont eu lieu les attaques en Lybie, Mali et la tentative contre la Syrie en 2013. Est-il possible d’attaquer une et autre fois des pays sans qu’il n’y ait des conséquences ? Pourquoi au nom de cette liberté et égalité, pour cette profonde préoccupation pour la démocratie et contre le fondamentalisme, le Gouvernement français a décidé de ne pas appuyer le Parti des Travailleurs Kurdes (PKK) qui est à la tête de la résistance contre l’Etat Islamique ?

Il s’agit d’une politique à deux têtes: une qui s’appuie sur les mouvements radicaux islamistes pour mener à bien sa politique au Moyen Orient et une autre qui a semé les conditions locales pour que les jeunes français décident d’incorporer leurs rangs. Parce que ceux qui ont attaqué Charlie Hebdo, c’est-à-dire l’Occident, sont français. Nous aurions pu étudier ensemble. Ils sont une minorité certes, mais français, ou celui-ci est-il le point que nous ne pouvos voir? Ils ont trouvé dans cette branche religieuse une réponse identitaire qu’une structure économique, culturelle et politique ont été incapables de leur donner.

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Mes amis musulmans et non musulmans n’ont jamais appuyé ces actes terroristes. Ils ne se sont pas non plus préoccupés davantage pour ce qui est arrivé historiquement en Palestine ou en Algérie ni pour la politique française. Bien que dernièrement, l’attitude a changé avec la dernière attaque et massacre de l’Etat d’Israël à la Bande de Gaza. La génération 80-90 a grandi dépolitisée, avec trop d’amnésie, notamment de ses propres origines. Mais aujourd’hui, la réalité frappe avec toutes ses forces et mercredi, elle provoquera probablement une rupture, en France et en Europe.

Et la situation est inquiétante. Parce que la société française se semble pas se rendre compte à quel point ses gouvernements successifs et alliés ont alimenté le radicalisme religieux au Moyen Orient. A quel point le Gouvernement est hypocrite et mensonger. Et aussi parce qu’ a l’ interior croissent l’islamophobie et le racisme manifeste. La droite fasciste et à sa tête le Front National fait ce qu’a toujours su faire historiquement cette droite, tirer profit de la haine, pendant que la gauche ne réussit pas à dialoguer, s’enraciner dans un peuple qui semble se diviser en isles.

Dans ce scénario, l’heure n’est-elle pas à la refondation de la France depuis ses racines, sur la diversité de cultures qui aujourd’hui la compose, en fait un pays? Le moment n’est-il pas venu de recommencer en se fondant sur un protagonisme des banlieues, des étudiants, des travailleurs; artistes, immigrés et paysans? N’est-il pas devenu indispensable de mettre en place un processus constituant pour recommencer à nouveau, pour une nouvelle Consitution, en se libérant de la pensée et pratique colonialistes, en acceptant et en poussant le meilleur de la réalité existante?

Il s’agit de mettre la politique au centre du jeu, de la jeunesse. Accepter que la France n’est plus la meme France, c’est un autre pays, qui peut être encore meilleur, avec plus de couleurs, de voix, de croyances et d’égalités entre tous. Oui, égaux, comme ce fut proclamé en 1789. Ce n’est pas une société si supérieure, si bien considérée si juste. Au contraire, et il est urgent de créer le futur, à partir du peuple, ce peuple si complexe de ce siècle. Dans le cas contraire, il se peut que la fissure évidente devienne facture, obscure cécité et que la crise qui est déjà présente entraîne vers les pires conséquences.

Marco Teruggi

16 comentarios en “Charlie Hebdo: aprender del fuego

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  2. Conseguir la igualdad hombre, mujer, que todavia no se logro completamente en Francia es el logro de siglos de lucha. El mas pacifico de los musulmanes no esta de acuerdo con esa igualdad. Un ejemplo, los tecnicos arabes religiosos de Air France no aceptan darle la mano a una mujer piloto, que es su Superior jerarquico. Una chica que estudie, que tenga varios amantes, que sea dirigente empresarial, que viva su vida como se le de la gana, HORRRRRRROR, PECADO, a apedrearla o horcarla. Que se acueste con un frances? Mejor matarla, como desgraciadamente ya ha ocurrido tantas veces, debido a los crimenes de honor. En la sociedad francesa, como en la sociedad latinoamericana, si el hombre se permite una aventura sexual, la mujer o pide el divorcio, o se la aguanta, o hace lo mismo. Un musulman se siente con derecho a la poligamia, derecho que no le otrorga a su mujer.
    En las escuelas, en las piscinas, en los hospitales; musulmanos pacificos, piden la separacion hombre-mujer. Han ocurrido varios casos de agresiones fisicas a medicos hombres, porque habian revisado a una mujer musulmana, y el marido no lo acepta. Es comun tambien, que hombres musulmanos no acepten ser revisados por mujeres medicas. En las cantinas escolares piden una comida sin cerdo. Durante el ramadan, la actividad empresarial se ve perturbada por cientos de miles de hombres y mujeres, que en todas las areas van a trabajar, cansados, agotados, stressados por el ayuno al que los obliga su religion. En varias empresas, piden pausas para poder realizar la plegaria. La separacion de la iglesia y del estado ha sido obtenido de alta lucha en Francia recien en 1905, cuando era uno de los objetivos de la gloriosa revolucion francesa. Francia es un pais laico, condicion que la hace entrar en choque frontal con todo lo reclamado por ciudadanos que defienden valores absolutamente opuestos a los que Francia defendio y trata de defender en su historia pasada y presente.
    Lo mismo se puede decir del valor supremo, la DEMOCRACIA, que hizo falta de mas de un siglo para imponer despues de 1789. En ningun pais arabe musulman existe la democracia, solo Tunes felizmente, esta haciendo sus primeros pasos, y esperemos que puedan avanzar en ese camino. Sean pacificos o sean fundamentalistas, la mayoria, digo bien la mayoria, no todos, los musulmanos que viven en Francia quieren vivir de acuedo al codigo coranico, lo que implica una religion unica, la imposibilidad de ser no creyente, la imposibilidad de ser homosexual y poder casarse con una persona del mismo sexo, la imposibilidad de practicar otra religion. Los jovenes, hombres y mujeres se deben casar con personas designada por las familias respectivas, amor? dijo amor? No se que es! El avorto esta prohibido, por supuesto. Los jovenes musulmanos rechazan la cultura francesa, su literatura, sus filosofos, sus pintores, sus musicos, sus dramaturgos, sus escultores. Rechazan las costumbres francesas por todo lo descripto anteriormente. Como van a ser aceptados? Si todo lo que para ellos es un valor, es un retroceso para un ciudadano frances, que como todos los ciudadanos libres en los paises democraticos de Europa, Africa, Asia Oceanis, y America, consiguio sus libertades y su desarrollo civico, social, humano, gracias a la lucha de todas las fuerza vivas de sus paises, con un altisimo tributo pagado por los obreros, los campesinos, los esclavos, y por la burguesia y las clases altas tambien, todos contribuyeron en diferente medida a cosntruir estos paises libres, muy imperfectos, seguramente, pero donde podemos vivir y respirar un aire de libertad que no existe en ningun pais arabe, salvo Tunes, repito que esta en buena via. Es facil catalogar de racista a quien no acepta formas de vida que para nosotros son retrogradas. Todo ese muy legitimo rechazo esta aumentado por las crueles acciones del «Estado islamico», «Al quaeda», «boko haram» y compania.
    Por otro lado la cultura que sus padres les han inculcado cual es? Cuales los escritores, los cientificos, los artistas, los filosofos, los arquitectos, los economistas, los dramaturgos, los cineastas de renombre de origen arabe musulman? Para los arabes musulmanes y no creyentes que quieren avanzar en la vida, y que me parece, son muchos, el camino es muy dificil, porque tienen que difeenciarse de amigos, familiares, vecinos de la misma comunidad, y corren el riesgo de la soledad en su medio de origen, y de la no aceptacion de los franceses que los pueden confundir con los que no quieren integrarse.
    Se podria seguir mucho mas. Espero ser bien interpretado. Estas diferencias demasiado radicales, demasiado importantes, haran muy dificil el vivir juntos, y seria tan hermoso que esos millones de arabes que viven en Francia, pudieran integrarse completamente y aportar su inteligencia, su creativida, su formidable fuerza vital , para construir un presente feliz para ellos y para nosotros. No hay que desesperar de nada, y espero desde el fondo del corazon que esto sea posible. Hay mucha, mucha gente con una gran inteligencia emocional, tanto del lado de los franceses como del lado de los arabes. Espero que ese grupo de avanzada nos permita seguir adelante con la costruccion de una sociedad mas justa, libre y alegre, que esta en marcha desde 1789. Vive la France! Vive la République! Vive la laïcité!

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  3. No creo para nada que sea obra solamente de dos o tres locos. Ni que los terroristas sean tan pero tan boludos como para dejar olvidado el DNI en el auto. Se acuerdan del 11/09/2001? En medio del derrumbe, del incendio y del desastre se encontró el pasaporte de Mohammed Atta, quien asaltó uno de los aviones. En nuestra Buenos Aires, tanto en la Embajada como en la Amia había obra en construcción. Y como si esto fuera poco ninguna autoridad de ambas instituciones resultó muerta. Detrás de todo esto están las dos grandes bestias: la sionista y la yanky. Hasta no desactivarlas no hay soluciones posibles.

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  4. Muy bueno tu articulo…muy identificatorio….la derecha siempre acecha….ojala muchoS de mi generacion pudieran leer esto y PENSAR. …mejor …xq aki muchos sirven a la derecha sin darse cuenra..gracias

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  5. creo que como escritor Venezolano que sos, sos arbitrario, y pro terrorista. tu nota es al final de cuentas, antisemita y antiisrael, solo mencionando»la masacre de Israel» en la franja de gaza.
    Vos sos ta terrorista como los musulmanes radicales de francia. sos una mentira.

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  6. Soy Frances ( pero vivi anios en Colombia y Uruguay ) y lei de todo un poco en esos ultimos dias.Rescato este articulo que me parece una inteligente análisis de la situación, y lo comparto…

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  7. Yo creo que los franceses de siempre tienen derecho a defender su cultura. Es un derecho reconocido a los pueblos originarios y africanos y los franceses no lo han perdido por el hecho de ser blancos.
    En muchos pueblos ha existido el afán de conquistar, empezando por los mongoles, que tuvieron el imperio mas grande que ha existido.
    Los europeos también lo hicieron, pero ya no es así. Han creado la idea de la igualdad, libertad y fraternidad, democracia, igualdad entre los sexos, repseto a las minorías que no forma parte de la cultura musulmana, menos la de los integristas, y que es importante defender en el futuro.

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    • Excelente artículo sin desperdicio.Todos tenemos derecho a defender nuestra cultura,todos tenemos derecho a vivir en paz en nuestro país.Habría que preguntarse ¿por qué emigran los que lo hacen?¿Quiénes la propician? Y si lo hacen ¿por qué son tan intolerantes?Creo que hay mucho de racismo, clasismo y muchas ganas de sentirse superior al otro a quien invadiste, subyugaste y quieres minimizar.Basta ya de imperios el hombre-la mujer, deben vivir libre,practicar la religión,la ideología y la cultura a la cual pertenecen y punto.Amarnos y respetarnos con nuestras diferencias,nadie es superior a nadie.

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  8. Excelente! Muy valiente e inteligente el enfoque de este autor. Gracias La Francia podría refundarse y reconstituirse a la luz de este nuevo escenario (al que alude el autor), resignificando en función de él los postulados de la Revolución Francesa ¿sera posible? Quisiera rescatar con la mayor discreción y prudencia (soy una argentina de los ’70) este párrafo del artículo: …Se trata de poner la política en el centro de la escena, de la juventud…

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  9. Muy acertado tu análisis, si a eso le sumamos lo dicho en un comentario por Louis Lucero creo que la lectura es excelente y da luz acerca de este tema que al ser parte de la humanidad nos afecta a todos.

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  10. el articulo y los comentarios, de lo mejor que he leído estos días,en medio de tanto dolor,y hablo de todos los dolores,la situación nos obliga a leer, a aprender,a valorar lo que se nos ha naturalizado,por ej. aca en Argentina, donde la diversidad es moneda corriente, la libertad de culto,la libertad sexual,la igualdad de los sexos y la situación de la mujer,no podría vivir en otro lado,entiendo lo que sucede en Francia con el choque de culturas y sus consecuencias,como dice alguien, habrá que refundarla en la diversidad y que vuelva a ser faro en el mundo.

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